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20 Ahora pues, vengan; matémoslo y echémoslo en una cisterna. Después diremos: “Alguna mala fiera lo devoró”. ¡Veamos en qué van a parar sus sueños!

21 Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos diciendo:

—No le quitemos la vida. 22 —Y Rubén añadió—: No derramen sangre. Échenlo en esta cisterna que está en el desierto, pero no pongan la mano sobre él.

Era para librarlo de sus manos a fin de hacerlo volver a su padre.

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